A ver, cómo les explico…
Ya es miércoles, y hace un par de días todos nos dimos cuenta de la muerte de Gustavito, después de ser atacado dentro del zoológico. Creo que ya nuestras vísceras, poco a poco, están regresando a su puesto y por eso quería escribir algo al respecto, para que todos le demos un par de vueltas ya que pasamos por la vergüenza, el enojo, la incredulidad, el dolor, etc, y ahora nos toca pensar.
Los pongo un poco en contexto antes. Este domingo no podía dejar de leer las diferentes noticias que se publicaban en redes sociales sobre el ataque que sufrió Gustativo, el Hipopótamo del Zoológico. Pude ver miles de comentarios, sugerencias sobre cerrar el zoologico y convertirlo en algo más, preguntas que no paraban sobre cómo había podido pasar algo así en un lugar que debería darle a los animales, entre otras cosas, seguridad, explicaciones, hipótesis y por supuesto, los usuales comentarios que no vienen al caso.
No pude evitar pensar en las implicaciones que tiene como sociedad que esto pase, y no quiere decir que no me haya conmovido lo que paso a Gustavito, me parece espantoso, pero creo que por lo que hago mi cabeza inmediatamente se va a darle vueltas a ¿por qué hacemos?, ¿qué motivos tenemos?, ¿qué hay atrás de estas conductas?… Psicóloga, al fin de cuentas.
A raíz de todo esto, publique en mis redes sociales lo siguiente….
Ni siquiera voy a entrar en todos los grises que conlleva el término «mal trato animal», me refiero en este artículo únicamente a la acción de una personas de torturar, tener conductas agresivas, violentas; mutilar y hasta ocasionar la muerte de un animal, todo esto sin que haya sido por defensa, sino al parecer casi por entretenimiento, como fue el caso de Gustavito. El problema es, que como les comente en el post, esto no solo se reduce al repudio que pueda ocasionar el ataque a un animal indefenso, dentro de un lugar que debería cumplir las medidas necesarias para garantizar su seguridad, sino también está la parte de quienes ejecutaron el ataque, ya que es un hecho la personas que abusan de los animales son 5 veces más propensas a cometer crímenes violentos contra otras personas y si lo pensamos es perfectamente lógico, ya que se basa en atacar al desprotegido, así como lo haría alguien a un niño, un anciano o alguien que no está en igualdad de condiciones para defenderse, ni siquiera huir. Al leerlo así creo que nos damos cuenta que esto realmente es un pequeño demo de cómo estamos como sociedad. En efecto, no todas las personas que son violentas con los animales suelen cometer delitos violentos contra otras personas, pero si las personas que cometen delitos violentos contra otras personas, suelen tener antecedentes de maltrato a animales, sobre todo las personas que tiene algún problema para establecer empatía, como las personalidades sociópata o psicópata. Agregando que el maltrato animal en nuestro país es tema de todos los días, de diferentes formas, siendo el caso de Gustavito, sin importar si el maltrato fue por un ataque o negligencia, uno más de estos casos.
Ahora les cuento que termino de alarmarme. Una vez posteada la nota en mis redes empezaron los comentarios, que siempre agradezco y respeto aunque sean puntos de vista diferentes, pero varios hoy me asustaron, no quienes los redactaron, sino el contenido que creo que es una reflejo de nosotros, además rñeste tipo de comentarios se repetian una y otra vez en las diferentes publicaciones al respecto. Primero surgió la diferencia entre «ellos», haciendo referencia a las personas que atacaron a Gustavito, y «nosotros», los indignados y dolidos. Segundo, los comentarios censuraban, desaprobaban, criticaban, entre otras cosas el ataque y sobre todo la violencia implícita en el mismo, a lo que me uno. Pero, entonces… ¿Qué fue lo que me asusto? pues, fue la violencia, la agresividad, el odio que contenían esos mensajes y creo que ahí es donde se borra la línea entre «ellos» y «nosotros», convirtiéndonos al final solo en «nosotros», los salvadoreños que hemos aprendido a reaccionar con una violencia que nos parece aceptable, siempre y cuando podemos «justificarla», como si realmente fuera justificable, donde «menos peor que alguien más, en nuestra cabeza significa mejor», donde hemos aprendido casi a asignarle diferentes puntajes a diferentes actos, a pesar de todos ellos ser violentos o agresivos y, por ende, igual de condenables.
Creo que tendríamos que tener cuidado, porque empezamos a hacer monstruosidades y eso nos convierte en monstruos a nosotros también; porque si empezamos a agredir, eso nos convierte en agresores también, porque no funciona «gritarle a alguien que no le grite», porque no podemos convertirnos en lo que criticamos, no importa el esfuerzo que esto requiera. Creo que aquí todos somos parte del problema o de la solución, no hay puntos medios. Si Ud. es agresivo o violento, pues es más de lo mismo, no importa que tanto trate de justificarlo, es combatir la violencia con palo y piedras, y si algo está comprobado es que la violencia nunca es remedio para la violencia. Cuando escuchamos que El Salvador es uno de los países más violentos del mundo, y no podemos más que poner cara de vergüenza, no están hablando de «ellos», ahí todos somos «nosotros los salvadoreños», que no hemos convertido en personas sumamente violentas, sumamente agresivas.
Entonces, ¿para que me senté a escribir hoy?, para pedirles que antes que se nos olvide lo que paso, cada uno trate de ser objetivo y reflexione sobre a que niveles de violencia hemos llegado, no «ellos», sino cada uno de nosotros y empecemos a trabajar en eso, porque a «ellos» no los podemos cambiar (si no quieren), pero con nosotros si podemos hacer cosas totalmente diferentes si queremos, eso hace una sociedad totalmente diferente a la vez. Quiere que una cabeza piense diferente, empiece por la suya; quiere que una mano dé ayuda en vez de una mala seña, empiece por la que tiene al final de cada brazo; quiere bocas que planteen soluciones en vez de más quejas, empiece por su boca.