A ver, cómo les explico…

Hace ya varios años leí en algún lado no, recuerdo dónde exactamente una frase que decía «si todo el mundo fuera ciego ¿a cuántas personas impresionarías? Necesariamente y de forma casi inmediata en mi cabeza resonó otra pregunta si yo fuera ciego que de lo que tengo consideraría importante o impresionante, créanme que desde entonces me hago esta pregunta, con bastante frecuencia, como un recordatorio y para saber si lo que tengo son logros con sustancia o solo logros bonitos.

Pienso que en la actualidad vivimos muy dedicados a adquirir cosas que nos impresionan y que buscan impresionar a los demás, pero realmente son cosas que, como les mencioné, no impresionarían a nadie si el resto del mundo fuera ciego. Sumemos el hecho de que todo esto va muy de la mano con los lugares o las formas en las que nos dedicamos buscar la felicidad constantemente, exigiéndole a la vida que nos de cosas bonitas, cosas que nos impresionen,  pero casi todas ellas carentes de sustancia y, por ende, solo capaces de brindarnos felicidad muy superficial y muy poco duradera.

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Actualmente todos tendemos a enamorarnos de las flores de nuestra vida y no de sus raíces entonces cada vez que llega el otoño no sabemos qué hacer, y entonces, nos sentamos, nos quejamos y hasta pataleamos en ocasiones (haciendo un berrinche muy adulto, pero berrinche al fin y al cabo) porque ya no hay flores que podamos ver y nos volvemos  incapaces de entender que es precisamente el momento en el que deberíamos ser capaces de apreciar la belleza de la raíz sin las cuales no existiría nada más.  ¿Ósea que realmente la vida tendría que estar formada sólo de momentos bonitos, de momentos justos, de momentos exactamente como los que tenemos en nuestra cabeza cuando imaginamos nuestros escenarios ideales?,  no será que la vida a pesar de ser imperfecta, injusta, caótica, improvisada, entre otro millón de cosas, es capaz y hacernos feliz. ¿Será que en todo caso es misión de la vida hacernos felices? No deberíamos nosotros mismos ser capaces de proveernos esa felicidad a pesar de lo que está sucediendo a nuestro alrededor, de no alterar nuestra sustancia sin importar como los demás vean nuestro cuerpo.

Las mismas exigencias las hemos trasladado nuestra personalidad dedicamos todo este tiempo, todo este dinero, todos estos recursos a cuidar nuestro envoltorio, a que nuestro cuerpo nuestra cara, nuestra piel, nuestro cabello y demás sean capaces de impresionar a cuanta persona le pasemos por las narices. Pero y ¿qué pasó con nuestro interior?, que se nos va quedando de lado y, qué no importa cuánto lo querramos, no hay forma de qué comiendo maquillaje nos hagamos más lindos por dentro.

Deténganse un momento y piénselo… terminamos preocupados por tener una vida que se «vea» bonita, en vez de tener una vida que se «sienta» bien, absolutamente ocupados tratando de «demostrarle» a los demás qué somos felices en vez de estar ocupados «siendo» felices, terminamos con cuerpos impresionantes y personalidades inexistentes.

No deja de impactarme la descripción de felicidad de mucha gente actualmente hace, y la cual creo que es precisamente una prueba contundente de cómo creemos que la felicidad pasó a ser eso que llevamos puesto, eso que te cobran y que podes adquirir por cierto precio, que nuestra personalidad la definen los títulos he acumulado, cuánta gente me conoce, que la gente sabe de mi por mi gusto al vestirme, mi sentido de moda, mi cuerpo en excelente condición. Parece que hemos perdido la capacidad de diferenciar las cosas que queremos, de los momentos que nos hacen felices, si todos nos dedicamos a recordar cuál fue la última vez o el último par de veces fuimos felices y al recordarlo hasta se nos sale una sonrisa en silencio, se nos pone la piel de gallina, extrañamos el momento y en ocasiones hasta nos robó un suspiro, nada de eso son cosas, ninguna de ellas fue cuando le dieron algo que venía empacado todas ellas le garantizo que están hechas de momentos.

Bajo ninguna circunstancia estoy planteando que no deberíamos querer cosas o cuidar nuestros cuerpos, pero creo que ninguna de ambas debería ser más importante o lograr que dejemos relegado nuestro interior, o los momentos que realmente nos dan felicidad, entonces propongo: qué tal si invertimos en momentos o experiencias, en vez de gastar en cosas; qué tal si nos dedicamos a ser lo suficientemente felices y a pasarla realmente bien, sin importar donde estemos, hasta el punto que se nos olvide tomar fotos de todo lo que está pasando; qué tal si todos los días nos preguntamos ¿cómo se siente nuestra vida? en vez ¿de cómo se ve?; qué tal si nos proponemos convertirnos en personas capaces de impresionar ciegos y tener vidas que nos hagan tan felices que no requieran de la aprobación de los demás.

• Columna en colaboración para eseveHOY.com•